La gran eficiencia del consumo de energía de los nuevos electrodomésticos supone la necesidad de cambiar el sistema de etiquetado de eficiencia energética.

Poder para el pueblo (y sus electrodomésticos)

https://api.multimedia.europarl.europa.eu/documents/20125/11607521/v007-0047-es.srt

Se ha producido una revolución  moderna, si bien silenciosa,

delante de nuestras narices  durante los últimos 20 años.

Día a día, nos ahorra dinero,  sudor y energía.

Y con el avance de las microtecnologías  y la innovación, sigue desarrollándose.

Una forma de reconocerla es el sistema  europeo de etiquetado de eficiencia,

por el que los electrodomésticos  -lámparas, luces, neveras, congeladores,

secadores, microondas,  televisores y ordenadores-

se clasifican con arreglo  a su eficiencia energética.

La "A" es muy buena.  La "G", no tan buena.

La UE introdujo su primer sistema  de etiquetado en 1994,

una época en la que los móviles  empezaban a dejar de ser ladrillos.

La idea era fomentar el diseño  de productos de bajo consumo,

ecologizar nuestros hogares  y reducir las emisiones de CO2.

Pero con el rápido avance  de la evolución tecnológica,

se añadieron "A+", "A++" y "A+++"  para incluir nuevos grados de eficiencia.

Ahora ha llegado el momento  de modernizar este sistema.

¿Cómo? Básicamente, redefiniendo  la misma escala de la "A" a la "G"

y dando cabida a los avances  presentes y futuros.

A 200 000 millones  de kilovatios anuales.

O la energía que utilizan Estonia,  Letonia y Lituania juntos.

También se ha creado una base de datos  de productos de etiquetado

energético obligatorio.  Aunque parezca caro,

se estima que tan solo sumará 1/2 céntimo  de euro al precio de cada electrodoméstico.

El objetivo de Europa es aumentar  la eficiencia en un 27% de aquí a 2030.

Reducir la demanda  disminuye las emisiones.

También reduce la dependencia  de proveedores de energía como Rusia.